La obra de arte generada por inteligencia artificial que presenta libros, los cuales contienen a su vez imágenes supuestamente documentales, se erige como una compleja meditación sobre la relación entre estética, tecnología y memoria histórica. En un primer vistazo, estos libros parecen ser objetos familiares y de confianza, portadores de un saber visual que documenta el pasado. Sin embargo, la revelación de que tanto los libros como las imágenes que albergan son también productos de una inteligencia artificial introduce una capa de ambigüedad que desafía nuestra percepción de la realidad y la autenticidad.
Estéticamente, la obra juega con el simulacro, utilizando la familiaridad de los libros y las fotografías para tejer una narrativa que en su núcleo es artificial, construida por algoritmos. Conceptualmente, este acto de generación se convierte en una reflexión sobre la producción de imágenes y textos en la era digital, donde la distinción entre lo auténtico y lo fabricado se vuelve cada vez más tenue. La imagen, en su apariencia documental, se vacía de su supuesta veracidad y se llena de una nueva carga simbólica: la capacidad de la tecnología no solo para reproducir, sino para crear realidades que, aunque visualmente persuasivas, están desprovistas de una conexión directa con un pasado real.
Este ejercicio de generación automatizada no es inocente; lleva consigo implicaciones ideológicas y políticas profundas. Al manipular la memoria a través de la creación de falsos documentos visuales, la obra cuestiona cómo las narrativas históricas pueden ser construidas y reconstruidas, manipuladas al servicio de ciertos intereses. De este modo, la estética misma de la obra –el uso de libros como contenedores de una historia fabricada– se convierte en una crítica mordaz a la fragilidad de la memoria y a las nuevas formas de poder que emergen cuando la tecnología asume el rol de creadora de imágenes y, por ende, de realidades. Este proceso de reconfiguración conceptual nos invita a reconsiderar no solo la naturaleza de la memoria histórica, sino también las bases estéticas y éticas sobre las cuales se asienta nuestra comprensión del pasado en la era digital.